domingo, 2 de septiembre de 2007

Doña Ndú

Cierta mañana de fines de febrero, el Dr. Tuga, al despertar temprano de un sueño que a él le pareció una pesadilla, le gritó a su señora, Doña Ndú, que estaba tomando mate en la cocina:
-Oíme, pedazo de hija de puta, dónde pusiste mis gafas!
Sucedía que el Dr. Tuga usaba gafas, ahora las buscaba y no las encontraba y eso lo hacía sentirse incómodo. Doña Ndú, al escuchar así, irritada, la voz de su marido, abandonó el mate en la mesita y corrió presurosa de la cocina a la pieza. Ella había visto las gafas en el baño, lugar en el que el Dr. Tuga las olvidaba con frecuencia (y esto, si se me permite la digresión, es fácilmente apreciable: piénsese
que cada vez que el Dr. Tuga se va a lavar la cara, debe sacarse las gafas y apoyarlas por ahí, en el borde de la bañadera, en el lavabo mismo, junto a las canillas, en cualquier lado; por eso es que el Dr. Tuga las olvida). Lo cierto es que Doña Ndú le dijo a su marido:
-Amor, las olvidaste en el baño; ahora te las traigo.
El Dr. Tuga bufó, molesto, pero molesto sobre todo con él mismo, porque suele olvidar esos anteojos ("esos putos anteojos", dice él)
en el baño.
Doña Ndú no le dijo nada cuando se los dio, pero lo miró de esa manera en que ella solía mirarlo, incendiándolo, matándolo. Entonces el Dr. Tuga se sentó en la cama, se dejó caer sobre las manos y empezó a llorar como nunca antes Doña Ndú había visto llorar a persona alguna, un llanto interminable, fuente de una tristeza contagiosa, única.
Doña Ndú dudó por un buen rato. Se mordía los dedos, lo miraba, se mordía los dedos, lo miraba. Finalmente, se lanzó a su lado diciéndole:
-Amor!
Entonces el Dr. Tuga, seguramente sorprendido por ese salto súbito de ella, en un acto reflejo, se la comió. Se comió a Doña Ndú!
Eso es lo que más nos preocupa, ahora. El Dr. Tuga anda angustiado, diciendo: "Pude haberlo evitado, pude haberlo evitado".
-No sea tonto -le digo yo-. Doctor, las cosas pasan porque tienen que pasar. Es el destino.
Entonces el Dr. Tuga me mira, suspira y dice:
-Callate la boca.
Me doy cuenta de que está molesto y me callo la boca por un rato.
No quiero que se enoje.
Si el Dr. Tuga se enoja, tiemblo.